Maribel González, una vecina del barrio de Retiro en Madrid, estaba a punto de deshacerse de una vajilla que había estado acumulando polvo en su armario. «Compré la vajilla hace años durante unas rebajas, y aunque nunca me pareció atractiva, la mantenía por pura costumbre», dice Maribel, mientras despliega una serie de tazas y platos blanquecinos sobre su mesa de la cocina.
La transformación de la vajilla comenzó casi por casualidad. «Estaba ordenando mi armario y encontré un retazo de tela que me sobró de unas cortinas que hice para el salón», comenta. La tela, con un patrón floral vibrante y colores cálidos, pareció hacer clic en su creatividad. «De repente, pensé: ‘¿Qué pasaría si usara esta tela para decorar la vajilla"’. Solo lo intenté y el resultado superó todas mis expectativas». Armada con pegamento para decoupage, Maribel comenzó a cortar pequeños trozos de la tela, adaptándolos a las formas de los platos y las tazas. «Al principio, fue un desafío; había que tener mucho cuidado para que no se formaran bolitas o burbujas de aire», explica. Con paciencia y dedicación, cada elemento de la vajilla adoptó una nueva apariencia, llena de vida y color.
El proyecto tomó varios días, pero Maribel se sentía cada vez más satisfecha con cada pieza terminada. «Nunca pensé que algo tan simple como un trozo de tela pudiera tener un impacto tan grande», asegura. Ahora, su vajilla no solo sirve para las comidas, sino que ta...