Diciembre es el mes de la Navidad y nada más ingresar en él, nos ponemos

manos a la obra para preparar su llegada con ilusión.
Rescatamos el árbol y el belén del trastero para volver a convertirlos en los

protagonistas del hogar y desparramamos todo el arsenal de adornos que

vamos acumulando año tras año, llenando así la casa de lucecitas,

espumillones, estrellas y brillantina. Las calles de nuestra localidad se engalanan con guirnaldas y bombillas de mil colores, huele a dulces deliciosos y en cualquier esquina suenan los villancicos que forman parte de la banda sonora de nuestra niñez.
Intercambiamos felicitaciones y compartimos veladas con nuestros seres

queridos alrededor de una mesa que sabe a los ricos manjares propios de esta época y trasnochamos contando anécdotas y derrochando sonrisas. Nos sentimos invadidos por el llamado ?espíritu de la Navidad?, que nos hace crecer emocionalmente cargándonos de buenas energías, paz y amor y convirtiéndonos en seres más bondadosos y tolerantes que de costumbre.
Esta historia navideña se repite todos los años en buena parte del planeta,

aunque la cultura y costumbres propias de cada país perfilan los matices y

marcan las diferencias entre ellos.
En el hemisferio Norte relacionamos Navidad con frío, sin embargo, al otro lado del Ecuador es pleno verano, por lo que los blancos paisajes nevados se convierten en cálidas playas tropicales y Papá Noel sustituye el abrigo por el bañador y el trineo por otro...